Reconócelo: estás hasta el palito de testarte para ver cuántas rayas llevas en tu haber. …
En los últimos años, los mercados de abastos han evolucionado hacia lo gastronómico y el Mercado de Vallehermoso ‘lo ve y lo sube’. Porque respeta el pequeño negocio, mima a los tenderos de toda la vida y además integra a las nuevas generaciones a través de restaurantes cosmopolitas que atraen a todos. Productores, comerciantes y hosteleros se nutren unos de otros como una gran familia. El resultado es un espacio único, lleno de vida, que lleva al máximo exponente su lema: ‘Entra, compra, come, ama’.
Proximidad, honestidad, tradición y vanguardia. Todo eso es este espacio compuesto por más de 60 locales que se apoya en tres patas fundamentales: los comerciantes de los puestos de abastos -entre los que hay carnicerías selectas, incluso de carne ecológica, fruterías, pescaderías, una completísima charcutería y tienda de ultramarinos, queserías artesanas, una de las pollerías más populares de Madrid e incluso una venta de tés y especias-; los comercios con degustación -como uno especializado en caracoles, otros tres centrados en productos asturianos, italianos y canarios respectivamente, un templo del bacalao, otro de embutidos artesanos y un pequeño rincón dedicado a los huevos ecológicos: de gallina, avestruz, de pato… ¡y hasta de cocodrilo!-; y por último, la restauración, que llena los pasillos a mediodía y por las noches, con opciones para todos los gustos y cuyos ingredientes salen directamente de los puestos vecinos.
En ellos se puede paladear la calidad, el sabor, le frescura y siempre en temporada, ¡que para eso es un mercado! Pero lo más importante son las sonrisas y el trato humano de cada persona que hay tras los mostradores. Unos, como Alberto, el carnicero o Alejandro, el charcutero, que llevan 41 y 50 años respectivamente al frente de sus negocios; y otros, casi recién llegados, como el relojero del corazón de la primera planta o los instalados en el corredor de la baja, que despachan con las ganas y la ilusión contagiada de sus colegas.
Y es que lleva abierto desde 1933, pero este edificio emblemático vive desde hace algo más de tres años una época de bonanza gracias al compromiso de los comerciantes y a la acogida que han dado a los hosteleros, formando una gran familia, abierta y entregada siempre a su público y a los nuevos integrantes, elegidos con mimo para sumar en especialización y que todo el que atraviese sus puertas encuentre lo que busca y salga con la compra hecha y el estómago y el corazón contentos.