Casarse es uno de los eventos de mayor importancia para la vida de los novios, …
No tenía una peseta, pero su joyero, repartido entre los escondrijos del armario de su dormitorio (por aquello de que algún día pudiesen entrar a robar), era la envidia del vecindario. Un semanario de oro, de esos con un brillo especial, con su tintineo único al rozarse unas pulseras con otras. Una pulsera de oro y coral. Otra con monedas, también de oro, una por cada uno de sus cinco churumbeles. Y muchas de ellas, pergeñadas (porque aquello no era diseñar) mano a mano con el joyero del barrio. Porque en Vicálvaro había drogatas, pero también un orfebre de esos de los de toda la vida, de los que te venden a plazos, de los que te fían, de los que saben vender a mujeres humildes que quieren dejar de serlo por unas horas.
El personaje es real. Sus joyas, también (al menos lo fueron hasta que, tras morir, su esposo no las encontró todas. Qué casualidad). Y si escribo de ella en este post es porque sé que, si conociera DPaz, se empeñaría por los siglos de los siglos, que es la eternidad en la que ya vive.
Me acordé de ella al hablar con Raquel, la matriarca de DPaz, una empresa madrileña que lleva importando gemas y haciendo joyas durante décadas.
Raquel es una señora de pelo blanco, con algún reflejo violeta, que lleva puestos no sé cuántos miles de euros en oro y piedras preciosas y te habla como si fuera la vecina que te da la vez en la peluquería. Maneja las pinzas y la lupa con maestría, junta las piedras en cajitas blancas por colores y tamaños y, cuando se enamora de un par de ellas, enseguida empieza a darle vueltas al tapiz (o a las gemas sobre este) para convertirlo en uno de esos pecados brillantes por los que más de una venderíamos el alma al primer «Compro Oro» que nos encontrásemos a la vuelta de la esquina.
Con estas tres piensa en hacer una sortija con oro blanco. O quizá un collar corto, rígido. Está por ver.
Pero puede que alguien se le adelante, se enamore de ellas y diseñe su propia joya. Porque de eso va DPaz. De elegir tus piedras, el montaje, el diseño y hasta el presupuesto que puedes invertir para que realicen tu joya única y a medida. Y de hacerlo online: les envías tu diseño, te mandan un prototipo en 3D y, cuando aceptas, te envían a casa la joyita que lleva tu nombre.
Puedes optar por un brazalete, más o menos barroco (que las wedding planner de la quedada organizada por La Champanera enseguida imaginaron colocada a modo de diadema para sujetar un velo de novia):
O quizá prefieras unos pendientes de coral, clásicos y versátiles:
Claro que si eres hombre (y tómatelo si quieres como un reto), lo suyo es que empieces a darle vuelta a pedruscos como estos (para ella, of course, que todo lo merece).
Luis, el hacedor de esta nueva DPaz, me jura y me perjura que desde 300 euros (siempre en función de la piedra que elijas, porque si te pone la brillantería no hay ahorros que valgan) puedes hacerte una joyita más que aceptable. Y viendo que hay piedras desde 3 euros, me lo creo. Solo hay que echarle imaginación y gusto, que no tienen precio.
P. D.: Las fotos que veis son de las chicas de Click10, las foteras bodiles de moda. El catering, magnífico (aunque os prometo que solo bebí agua, como mandan los cánones de mi dietista), corrió a cargo de Gratia Catering y las flores eran de La Sastrería de las Flores. Todo ello coordinado por Ana, La Champanera, chica-mona-sttupenda-y-maravillosa que, a pesar de darte setecientas vueltas sin centrifugado (sobre todo en vertical), hace que a su lado te sientas como una reina mora.
Anillo en oro con Ópalo de fuego royal de Jalisco.