El magnetismo de la Gran Vía

14 febrero 2017

De Felipe Gabaldón – originally posted to Flickr as Gran Vía (Madrid), CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10423666

Hay cientos de calles evocadoras en Madrid. Cada una es un rasgo de su carácter y una cicatriz de su pasado. Algunas se han abierto paso por el tránsito natural de las personas, forjadas a base de costumbre sobre el primitivo suelo madrileño, otras han arrancado cimientos y aplastado edificios para articular el crecimiento furioso de la villa postindustrial.

Hay una calle que  todo madrileño o turista ha tocado con la goma de sus zapatos, o la de su coche, y esa es sin duda la Gran Vía. Esta arteria principal del centro de Madrid da acceso a uno de los puntos más vibrantes de la capital, y a estas alturas es un emblema de la vida de una ciudad trasnochadora que acoge anualmente a miles de visitantes.

El nombre de la Gran Vía es muy descriptivo para una calle que surgió para comunicar las zonas del norte y el oeste de la ciudad con el centro. Arranca en la también célebre calle de Alcalá y desemboca en la plaza de España, puntos ambos de gran interés turístico y cultural. Pero la Gran Vía no queda en una mera comunicación entre dos sitios importantes, sino que desde su inicio se concibió como un espacio para la vida de los ciudadanos.

Su origen se remonta al siglo XIX, cuando se hacía notoria la necesidad de una vía de comunicación entre el centro histórico y el ensanche de la ciudad. Madrid, como el resto de Europa, comenzó a sentir, quizá un poco tardíamente, el paradigma de la nueva sociedad española que abandonaba un campo empobrecido y buscaba oportunidades en las grandes ciudades. El caso de España es muy llamativo en este aspecto, pues el centro del país quedó prácticamente despoblado con la excepción de Madrid, que absorbió la densidad poblacional de la meseta de forma abrumadora. Ante tal crecimiento, y siguiendo la línea de otras capitales europeas, se hizo evidente la necesidad de imponer un orden que organizase la vida urbana y sus servicios de acuerdo a ciertos principios de eficiencia y habitabilidad. Esto es el comienzo del urbanismo en España, que tiene a su primer, y más paradigmático exponente en el famoso ensanche de Barcelona.

En el caso de la capital, el ensanche fue proyectado por Carlos María de Castro, aunque ya el magnífico Jovellanos, un siglo antes, había planteado la necesidad de comprar terrenos del extrarradio para una ampliación ordenada y racional de la ciudad. No obstante, y de forma similar a Barcelona, el ensanche tardó más tiempo de lo previsto en llevarse a cabo, y en ambos casos, no se concluyó de acuerdo a la meticulosidad de sus autores. Finalmente, la Gran Vía se comenzó en 1910 ante la mirada de Alfonso XIII y parte de la familia real.

La Gran Vía es la principal arteria de comunicación este-oeste de la ciudad, y un centro comercial y recreativo que se ha convertido en un referente en todo el país, y uno de los lugares más transitados por turistas de todo el mundo. Ofrece una gran variedad de servicios de ocio, está repleta de restaurantes, tiendas de lujo y moda, teatros, concesionarios, cafés y hoteles. Fue centro de reunión de la alta burguesía capitalina a principios del siglo XX. Cerca de la parada del metro que lleva el nombre de la calle, aparecieron los primeros grandes almacenes de Madrid, los Almacenes Madrid-París. Posteriormente abrieron El Corte Inglés y Galerías Preciados. Aún existen hoy el Palacio de la Música y el Cine Avenida.

La calle está flanqueada por parte de los edificios más emblemáticos de la ciudad. En su mayoría de principios del pasado siglo. Algunos son del estilo modernista imperante en la época, otros son de estilo historicista, recuperando elementos de la arquitectura tradicional española, clasicismo, y sobre todo, una comunión armónica de elementos combinados a lo largo de la calle que dan lugar a un equilibrado eclecticismo, roto en ocasiones por obras más modernas. En la medida que avanza la época de su construcción aparecen edificios de corte racionalista, o de estilo afrancesado o americano. Incluso hay un edificio de estilo radicalmente distinto, el número 48  (frente al Cine Capitol), de Rafael de la Hoz, que nada tiene que ver en sus influencias con sus aledaños. Prácticamente, de uno en uno, se puede hacer alguna reseña histórica y arquitectónica de éstos. Algunos ejemplos son el Edificio Metrópolis, que es el número 1 de la Gran Vía, junto a la parada de metro y el Hotel de las Letras, o el Palacio de la Prensa (número 46), antigua sede del periódico satírico “La Codorniz”, novedoso en su día por la técnica del ladrillo visto, de estilo clasicista moderno, es de 1924.

La Gran Vía es una calle llena de historia. Testimonio de su relevancia es la variedad de nombres que recibió desde su creación, los nombres a sus tramos, o los apelativos populares, algunos como “Avenida de la Unión Soviética” o en contraposición “Avenida de José Antonio”, hasta su nombre actual, más conciliador y descriptivo.

La Gran Vía acepta infinitas visiones. Desde la histórica, artística, cultural, arquitectónica… hasta la de quien solamente quiere pasarse por el coloso de Primark a comprarse unos calcetines (y una toalla y unos pantalones y cuatro camisetas). Para el madrileño o quien haga una visita guiada a Madrid y quiera cargarse de esa energía que flota en el ambiente vibrante de la calle y perderse entre la multitud desordenada, respirar el aire agitado de Madrid. Si uno quiere profundizar un poco, y disfrutar de una visión más profunda más aguda, nunca debe descartar una visita guiada de ese museo a pie de calle que es la Gran Vía.



Post a new comment